Mesa redonda en torno a la obra de Fr. Miguel Iribertegui O.P.
3 de febrero de 2011
Comenzó Amancio González, escultor reconocido, diciendo que desconocía la obra del dominico Miguel Iribertegui y cuando la conoció en la Virgen del Camino, hace tan sólo tres meses, fue para él un gozoso descubrimiento al encontrase con un gran escultor. Enseguida se dio cuenta de que tenía mucha afinidad y muchos puntos comunes con él. Insistió que algo a destacar en la obra de Iribertegui es la sencillez de su lenguaje escultórico, siendo ésta la manera de comunicarse con todo el que se acerca a su obra, ya que la escultura pretende ser comunicación.
María Victoria Herráez, Profesora de Arte en la Universidad de León, comenzó también relatando su sorpresa al conocer la obra de Iribertegui y descubrir a un desconocido gran escultor. Haciendo un poco de historia, afirmó que la escultura en el siglo XX ha escalado puestos más altos del que tenía en siglos pasados en comparación, por ejemplo, con la pintura. Destacó en la escultura de Miguel la importancia del volumen, la gran valoración del grupo, y la figura humana como lo central de su obra. Con todo ello logra la comunicación de su ideas, sentimientos… Concluyó diciendo que a Iribertegui hay que considerarle un escultor clásico y moderno a la vez.
Sixto Castro, dominico y Profesor de Estética en la Universidad de Valladolid, comenzó afirmando que la “debilidad” de Miguel por los ángeles, numerosos en su obra, encuadra con la tradición dominicana, citando a Fra Angélico y a Santo Tomás, el doctor angélico. Su afirmación central fue la de que “el origen de todo arte es religioso”, aduciendo el testimonio de varios autores y remontándose a Platón. A partir del siglo XVIII hay un cierto trasvase, una cierta sustitución, de lo tenido por religioso, de lo que se atribuye a lo religioso, a lo artístico. Sin embargo, para Miguel Iribertegui religión y arte son dos caras de la misma moneda, nunca para él van separadas.